Los Casalicios de los Santos Patronos, nexo de las Riberas del Xúquer
Centro geográfico, cultural y espiritual

Alzira como su nombre indica era una isla, hoy algo impensable. La pérdida de su insularidad por la desaparición del Xúquer a su paso por el centro de la ciudad, y a su vez del Puente de San Bernardo, que unía los dos márgenes, la Vila con el Arrabal, ha contribuido no sólo a desfigurar su estado original, si no también a perder una de sus principales señas de identidad, la que le dio el nombre que la identifica y un marcado protagonismo histórico como paso estratégico por el Xúquer, singular aspecto representado con la llave en el coronado escudo de armas de la Real casa aragonesa, símbolo de este privilegiado enclave natural.

Trabajos durante el montaje

Trabajos del montaje

La pérdida de rasgos que representan el bagaje histórico de un pueblo, de su herencia cultural, producto de etapas de esplendor o de crisis, conlleva a su despersonalización, riesgo aún mayor en estos momentos en los que la tendencia a la globalización hace que lo particular pierda valor frente a lo general.

Una ciudad con la antigüedad de Alzira, en la que se han sucedido sociedades y culturas, dejando profunda huella de su paso, debería conservar con orgullo vivas muestras de cada una de ellas. Un desmedido progreso, precedido de destructivos conflictos históricos y acompañado por alteradores factores naturales, ha dado lugar a no querer o no saber conservar ese valioso legado y contentarse con entender todo lo contrario: «Lo poco que queda ya no tiene valor» o «… donde tanto se ha perdido…», por no decir la socorrida expresión: «Ya vendrán tiempos mejores», y por último: «Lo viejo afea y lo nuevo embellece», por no hacer una larga lista de despropósitos injustificables pero que en cierta medida han marcado la línea de actuaciones insensibles con el patrimonio de todos los alzireños, pasados, presentes y futuros.

Las actuaciones encaminadas a la recuperación del Patrimonio Cultural son siempre costosas y delicadas, pero en cambio son necesarias y gratificantes. En este sentido la restauración de los Casalicios del desaparecido Pont de Sant Bernat, no ha sido una excepción. La acusada inclinación de los templetes con seria amenaza de caída auguraba una complicada intervención que fuera respetuosa con el monumento, y que a la vez garantizara corregir definitivamente el problema de falta de asentamiento de la débil estructura montada sobre los restos del puente y del falso relleno del cauce fluvial. Este reto demoraba año tras año cualquier intento de restauración.

Al complicado trabajo de desmontaje de un monumento tan castigado por el tiempo; dañado en parte con la voladura de unos de los arcos durante la Guerra de Independencia a principios del s. XVIII; los estragos de la Guerra Civil y la restauración de los años cuarenta; la mutilación y el traslado de la década de los sesenta, entre 1966 y 1967, entre otras incidencias, se ha unido la dificultad de compaginar las obras evitando no obstaculizar, o al menos causar el menor daño, a la vida diaria de la ciudad, como la circulación de vehículos ligeros y pesados, el constante devenir de transeúntes, el respeto a las viviendas y comercios, la celebración de actos públicos: procesiones, desfiles, etc… y por si fuera poco, la dificultad agravada con una numerosa instalación subterránea de servicios en un reducido espacio (Telefonía, Gas Natural, Ono, alumbrado público, semáforos, aguas potables, …). Ha supuesto un considerable desafío añadido por, sin interrumpir el servicio, poder trasladar y actualizar las diferentes redes y canalizaciones, algunas ya obsoletas, modificando en diferentes ocasiones el planteamiento inicial, los presupuestos y los plazos de ejecución. No obstante los esfuerzos se han visto recompensados al poder solucionar los problemas estructurales del monumento, introducir mejoras e integrar uno de los elementos más emblemáticos de nuestra ciudad. Máxime cuando hay bienes culturales que no se pueden entender en otro lugar que no sea el propio, el que les corresponde por razones históricas y por hallarse en su verdadero contexto, a diferencia de otros que sin razón de ser o estar pueden embellecer cualquier espacio urbano.

La recuperación ha sido llevada a cabo por el Ayuntamiento de Alzira y la Dirección General de Patrimonio Cultural Valenciano de la Conselleria de Cultura y Deporte, según proyecto del arquitecto Antonio Ingles Musoles. Un trabajo interdisciplinar en el que han participado diferentes equipos y personas. La restauración de las imágenes mayores fue realizada por la empresa ESTECO (Estudios Técnicos de Conservación). En la restauración de los Casalicios y las estatuas menores, la empresa EMR (Estudios Métodos de la Restauración). En la recuperación de la memoria histórica propuesta desde el Museo Municipal de Alzira por restituir el Angel Custodio y los pretiles del monumento, el escultor Leonardo Borrás, autor de la escultura maternal que se hallaba en lo alto del Casalicio bernardino e iba a ser sustituida por la actual, se encargó amablemente de confeccionar una escultura en barro del Ángel Custodio, que más tarde serviría de modelo para que el escultor Ricardo Rico realizara la escultura en piedra que preside el Casalici de Sant Bernat. El Instituto Rey Don Jaime facilitó las piezas pétreas que estaban depositadas en el jardín. El ceramista Xavier Claur ha realizado los azulejos de los tejadillos de los Casalicios. La iluminación ha sido instalada por la empresa alzireña CEAL. En los trabajos han participado las concejalías de Patrimonio Histórico Artístico, Servicios Públicos y Seguridad Ciudadana. Finalmente, asociaciones culturales, festivas o religiosas, e historiadores locales, han manifestado su interés y apoyo por recuperar este emblema de la ciudad.

Ha sido un rosario de dificultades, técnicas, económicas, sociales, culturales, pero afortunadamente, podemos estar satisfechos de preservar dignamente uno de los monumentos más significativos del Patrimonio, la Cultura y la Espiritualidad alzireña. El delicado trabajo ha compaginado la restauración del monumento como bien histórico artístico, pero aún ha ido más lejos al reubicarlo en su lugar original y reintegrarlo en el espacio urbano, como bien cultural, y mantener por otro lado su protagonismo iconográfico como bien espiritual del pueblo de Alzira.

No en vano podemos afirmar, por todo lo expuesto, que físicamente las dos riberas del Xúquer (no las actuales divisiones administrativas o políticas como riberas Alta y Baixa) se unían en este punto, siendo por tanto los Casalicis del Pont de Sant Bernat un referente geográfico y cultural de la Ribera del Xúquer, una auténtica seña de identidad de carácter comarcal.

Agustín Ferrer Clari

2008

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