Un plebano español… un santo… un culto

La devoción a San Bernardo de Poblet y la figura del sacerdote que favoreció su culto en la Iglesia Matriz de Santa Eulalia (Italia)

Las preguntas que surgen de espontáneo, al inicio de cualquier investigación histórica, son siempre las siguientes: ¿qué sucedió? ¿por qué sucedió? ¿cómo sucedió?

Son las preguntas que impulsan a la búsqueda. Las mismas que me han llevado, desde hace cuatro años, a buscar noticias acerca de una figura del santo y del mártir que habría significado, para la comunidad de la cual soy pastor, redescubrir un culto antiguo y, tal vez, un poco olvidado: la devoción a San Bernardo de Poblet, en la Iglesia Matriz de Santa Eulalia.

D.Manuel Fabris, pievano de Santa Eulalia (Italia)

D.Manuel Fabris, pievano de Santa Eulalia (Italia)
y autor del artículo

¿Cómo llegó?… pero, sobretodo, ¿cómo echó raíces este culto (y co-patronazgo) en la Iglesia Matriz eulaliense? La veneración a San Bernardo fue «introducida» en nuestra comunidad por un sacerdote español, Don Carlos Rodriguez, que fue Plebano de Santa Eulalia en el siglo XVII, por más de 40 años, desde 1662 a 1703.

El sacerdote Don Sante Piva, Plebano de Santa Eulalia en la época de la Primera Guerra Mundial, en el año 1916 en pleno conflicto, compuso un Triduo de oraciones en preparación a su fiesta que, en la Iglesia Matriz se celebraba el 21 de agosto. Don Piva mismo, hace referencia a algunos manuscritos que, lamentablemente el Archivo Parroquial no conserva más probablemente a causa de los saqueos soportados en la primera y segunda guerra mundial; los cuales hablaban de San Bernardo de Poblet y de su relación con el Plebano Rodriguez.

De hecho, es de notar una singular coincidencia: Piva nos dice que Don Rodriguez se formó en uno de los más prestigiosos monasterios de Cataluña, el monasterio cisterciense de S. Maria de Poblet, el mismo que acogió, también como monje, a San Bernardo, cuyo culto viene allí celebrado con rito propio.

¿Quién era Don Carlos Rodriguez?

Las noticias que nos han legado respecto a esta singular cuanto excéntrica figura de plebano, las podemos recoger en las actas de la Visita Pastoral a Santa Eulalia del Santo Obispo Cardenal Gregorio Barbarigo, ocurrida el 24 de junio de 1669 y de otros «pocos» escritos conservados en el Archivo Parroquial.

De él sabemos que nació alrededor de 1630 y se definía «Venetiarum civis», o sea «Ciudadano veneciano», como está confirmado por una placa realizada en su memoria y, actualmente, puesta debajo del pórtico de la vieja canónica.

Lápida conmemorativa

Lápida conmemorativa de Don Carlos Rodríguez en la antigua casa parroquial

Antes de recibir el nombramiento como Plebano de Santa Eulalia, alrededor de los 32 años, había vivido en una ermita situada en el territorio de Alano «donde lo consideraban un hombre religioso» . Del ya citado manuscrito de 1916, del Plebano D. Sante Piva, que incluye el Triduo en honor a San Bernardo de Poblet Mártir, venimos a saber que vivió parte de su formación sacerdotal (o monástica?) en el monasterio tarraconense de Santa Maria de Poblet.

De cuanto nos refiere Don Piva, Don Rodriguez mismo lo confirma «en algunos manuscritos y cartas suyas conservadas en el Archivo Parroquial, donde recuerda los años pasados, en su juventud, en dicho monasterio». No debe resultar extraño para la época (siendo el periodo en el cual la Iglesia estaba encaminando al orden a los pastores, a la luz de los dictados del Concilio de Trento), pensar que Don Rodriguez pueda haber sido, como anota en el Liber Chronicus del 1915 Don Piva, un «clericus vagans».

Los clérigos vagantes (o clerici vagi, expresión del latino medieval; en singular clericus vagans) eran religiosos vagabundos que, desde el bajo medioevo, solían desplazarse por toda Europa para poder seguir las lecciones que consideraban más oportunas (la llamada peregrinatio academica). Eran, en consecuencia, definidos clérigos porque gozaban de algunos privilegios eclesiásticos, aunque, en algunos casos podían no haber hecho los votos definitivos. La condición de clérigo aseguraba muchas ventajas. Un alumno no frecuentaba nunca la misma universidad por todo el curso de los estudios: de hecho, seguía al maestro en sus desplazamientos, o se dirigía a un docente famoso en otra ciudad, favorecido por el hecho que el latín, el idioma oficial de los estudios, era utilizado en todas partes. La experiencia de desplazamiento de la peregrinatio academica estaba favorecida, además, por la ausencia de fronteras, por el carácter universal de los títulos, por las estructuras generalmente muy similares. Docentes y alumnos se desplazaban, con frecuencia de un centro cultural a otro y, entre ellos, los clérigos, a pesar de ser, en su mayoría extranjeros, gozaban de una posición de privilegio al interno de la vida ciudadana y de una notable independencia respecto a los poderes locales: tenían que respetar sus propios estatutos, pero eran casi inmunes respecto a las injerencias de los magistrados de la ciudad, también porque, en cuanto clérigos, reivindicaban el derecho de ser, eventualmente, juzgados por tribunales eclesiásticos (el llamado privilegium fori). A pesar de ello, su vida inquieta y la conducta moral frecuentemente discutible, atrajo sobre ellos la ira de los ambientes eclesiásticos. Su fortuna duró, por lo tanto, hasta el Concilio Tridentino, cuando, gracias a un mayor control sobre la disciplina de los eclesiásticos, el fenómeno se extinguió.

El hecho que Don Rodriguez se declarase ciudadano veneciano, pero que hiciese vida de «clericus vagans» (este costumbre lo ha tenido por toda su vida, siendo que el Cardenal Barbarigo en la visita Pastoral de 1669 se queja que el sacerdote faltaba demasiadas veces de la misma parroquia de Santa Eulalia), no impide de pensar que, visto su claro origen español, hubiese podido frecuentar o formarse en uno de los polos culturales más prestigiosos de la España de ese tiempo, el Monasterio Cisterciense de Poblet, justamente.

Iglesia de Santa Eulalia (Treviso-ITALIA)

Iglesia de Santa Eulalia (Italia).
La estatua a la izquierda del camino es la de San Bernardo

La inteligencia, la argucia y la capacidad estratégica propias de este hombre de la iglesia, nos llevan a suponer que Don Rodriguez haya, a propósito, traído consigo, como equipaje espiritual del período de su formación, la veneración a San Bernardo Mártir, visto que ejercitará su ministerio en territorio veneciano. Es importante recordar esto, porque Venecia, unida a la flota española y no solo, en la «Lega Santa», tuvo un rol determinante en la victoria de Lepanto de 1571 que detuvo la amenazante invasión de Europa por parte de los Turcos.

La batalla de Lepanto, fue un enfrentamiento naval terrible, ocurrido el 7 de octubre de 1571, en el curso de la guerra de Chipre, entre la flota musulmana del Imperio Otomano y las cristianas (federadas bajo las insignias pontificias) de la Liga Santa, que reunía las fuerzas navales de la República de Venecia, del Imperio Español (con el Reino de Nápoles y el Reino de Sicilia), de los Estados Pontificios, de la República de Génova, de los Caballeros de Malta, del Ducado de Saboya, del Gran Ducado de Toscana y del Ducado de Urbino. La batalla, cuarta en orden de tiempo y la mayor, se concluyó con una aplastante victoria de las fuerzas aliadas cristianas católicas, guiadas por Don Juan de Austria, sobre las otomanas de Müezzinzade Ali Pasciá, que perdió la vida en el enfrentamiento.

En la euforia de la victoria sobre los turcos, Bernardo Mártir representaba, por lo tanto, en la imaginación de un ciudadano veneto de esa época, la «resistencia» de la fe cristiana respecto a la invasión turca, tema muy sentido en la sociedad veneciana del siglo XVII.

Un manuscrito anónimo de 1919 que se encuentra en el Archivo Parroquial de Santa Eulalia, titulado «Relación acerca de las dos Sagradas Imágenes de San Bernardo de Poblet y Santa Rosa de Lima del Maestro Orazio Marinali», aunque está deteriorado y desgarrado, nos refiere una singular presentación de la figura de San Bernardo y de su devoción en la Iglesia Matriz de Santa Eulalia. En la parte descriptiva de tal relación viene citada una carta (hoy desafortunadamente desaparecida) de encargo de la obra que el Plebano Rodriguez envió al escultor Orazio Marinali. En ella se describe como se deseaba la imagen de San Bernardo. Por esta carta, se comprende la presencia de un perro en nuestra estatua: es la imagen del hermano Almanzor (el fratricida), representado en modo despreciativo a los pies de Bernardo, en la figura de un perro que ataca gruñendo.

Además, Don Sante Piva nos confirma que la imagen escultórica provenía del altar mayor de la tercera Iglesia Matriz, derrumbada y reducida a ruinas, a causa de un terremoto en 1695. Tal imagen ahora está situada en la parte izquierda externa de la iglesia. En su descripción. Don Piva subraya, un singular detalle : «está representado con un clavo unido a la palma del martirio en la mano derecha, hoy brutalmente afectada por un disparo de artillería y conservada en la casa parroquial en espera de tiempos mejores» (estábamos en pleno furor de la primera guerra mundial) Tal mano ha desaparecido… junto a otros antiguos documentos (entre los cuales los escritos autógrafos de Don Rodriguez citados en el librito del «Triduo» ). El hecho, sin embargo, que los signos hayan sido la «palma» y el «clavo» certifican, inequívocamente, que se trata de Bernardo y no de Domingo de Guzmán, como, en pasado, algunos históricos locales habían creído.

La escultura, además, presenta otra particularidad: en la cintura lleva un «rosario». También esto podría hacerlo confundir con Santo Domingo, pero tal rosario es un poco particular. Un atento observador notará que la «corona» es, en realidad, un «tasbeeh» (el «rosario» musulmán reducido, con 33 granos), que termina con una medalla y un crucifijo.

Según mi personal interpretación, estaríamos aquí frente a un extraordinario «relato de conversión» representado en imágenes: el pasaje de la fe musulmana (el tasbeeh de 33 granos) a la cristiana (la cruz).

La Iglesia Matriz de Santa Eulalia celebra la memoria el día 21 de agosto, fecha en la cual, según la tradición, sufrió el martirio. El año pasado, se celebró su fiesta junta a las fiestas de Santa Ana y de los Santos Mártires Romanos gracias a la presencia del Arzobispo emérito de Padua que tenia libre esta fecha por visitar la parroquia. Fue celebrada una Misa Solemne a la cual siguió una gran procesión por las calles del pueblo de Santa Eulalia. Ha sido una fiesta extraordinaria sobre todo gracias a la participación de muchos parroquianos a pesar de la época de vacaciones. En esta ocasión hemos renovado el recuerdo del hermanamiento entre nuestras comunidades de Santa Eulalia, Alzira y Carlet.

¡Que San Bernardo nos bendiga y, esperemos nos haga pronto reencontrar!

Don Manuel Fabris, pievano de Santa Eulalia.

(Artículo publicado en el anuario 2018 de la Archicofradía de los Santos Patronos)
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