1804 y 1834. Dos años en que se hizo presente la protección sobre la villa de Alzira de nuestros patronos con motivo de las pandemias

El año 2020 pasará a la historia como un año atípico al ser las circunstancias que sufrimos las que marcaron, entre otras cosas, el calendario festivo. Las Fallas, la Semana Santa, las fiestas patronales, las de los barrios y partidas, etc. no se pudieron celebrar con normalidad como consecuencia de la Covid-19.

Al hilo de la pandemia, que poco a poco vamos superando, voy a dar cuenta de dos noticias relacionadas con el cólera que sufrieron nuestros antepasados y que tienen a nuestros patronos como referentes.

La medicina en la antiguedad

El año 1804 la villa de Alzira sufrió los efectos de la llamada “fiebre amarilla”, una enfermedad que provino de América y que en España el foco de difusión fue la ciudad de Cádiz. La fiebre invadió todo el reino de València. Las causas por las cuales esa enfermedad endémica llegó a las tierras valencianas fueron diversas y, entre otras, se citan el continuo intercambio de gente entre las villas y las ciudades y la masiva afluencia de contrabandistas que huían de la justicia y que especulaban en zonas afectadas por la epidemia.

Por suerte nuestra villa apenas la sufrió. Los alcireños se habían encomendado a la Virgen María y parece que el hecho dio resultado. Es por eso que el Ayuntamiento autorizó la bajada al pueblo desde la ermita del Salvador de la imagen de la Virgen del Lluch. La bajada tuvo lugar el 14 de octubre y la Moreneta permaneció en la iglesia de Santa Catalina. El año siguiente, la Virgen volvió a ser bajada a la villa, ahora en el mes de julio, para participar en las fiestas en honor de los santos Bernardo, María y Gracia, las reliquias de los cuales se encontraban en la iglesia mayor y no en su convento con motivo de las rogativas que se habían celebrado “por el contagio que se padecía en muchos pueblos del reyno y fuera de él”. Los actos en honor de la Virgen María y de los santos mártires se celebraron entre el 23 y el 25 de julio.

Grabado de principios del siglo XIX. Se aprecia la destrucción parcial del puente realizada por las tropas napoleónicas.

Apenas tres décadas después, en 1834, penetró en España a través de Portugal una gran epidemia de cólera. La enfermedad infecciosa procedía de la India y se sufrió en toda la península. En Valencia duró más de seis meses, hasta que el 6 de diciembre se declaró su fin.

Alzira sufrió las consecuencias del azote del feroz contagio. Los médicos dieron por concluido definitivamente el cólera morbo a la villa a primeros de noviembre. El Libro de Actas Municipales de ese año da cuenta del hecho.

Al pasar unos meses, ya en 1835, el Ayuntamiento acordó:

«En Alcira, a veinte de julio de mil ochocientos treinta y cinco, reunidos en la Sala Capitular, en Ayuntamiento Ordinario, los señores Governador Presidente y demás componentes, que abajo firman los que saben, dixeron: En el año anterior, cuando esta villa se hallaba atacada en la enfermedad del cólera, por cuya razón trasladaron desde el convento de San Bernardo a esta parroquia (Santa Catalina) a nuestro Padre San Bernardo, mártir, y a Nuestra Señora del Lluch, de su hermita de San Salvador, prometiendo que cesando dicha enfermedad se volverían a sus respectivas yglesias y se harían solemnes fiestas en acción de gracias, habiendo experimentado esta villa los ausilios de su protección y pareciendo justo obsequiar a dichos Patronos en cuanto sea posible, con lo cual están amantes todos los habitantes de esta villa, determinaron que los días veinte y tres, veinte y cuatro y veinte y cinco del próximo Julio se solemnicen haciendo solemnes fiestas en obsequio de dichos Patronos…»

Los alzireños, agradecidos a sus seculares protectores, les dedicó solemnes cultos. Dejamos constancia de las dos noticias en la confianza que no se pierden de la memoria de nuestro pueblo.

Aureliano J. Lairón Pla – Cronista Oficial de Alzira

2021

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