El milagro de San Bernardo durante la 1ª Guerra Mundial en Santa Eulalia (Italia)

Fuerte Verena (posición militar en el Altiplano de Asiago, cercano al pueblo de Santa Eulalia), hora 4 de la madrugada del 24 de mayo de 1915; dos tiros de cañón, Italia entra en guerra.

Un millón trescientos mil muertos, centenares de millares de heridos y mutilados, éste fue el trágico resultado de una guerra de trinchera iniciada hace cien años, justo aquella noche, desde la imponente fortaleza situada en la cúspide de una montaña de la provincia de Vicenza, a poca distancia de la «frontera» con Austria.

Con un año de retraso respecto a la «chispa» de Sarajevo -el homicidio del Archiduque Francisco Fernando de Habsburgo fue el 28 de junio de 1914-y a la declaración de guerra austríaca de julio de 1914, Italia se convierte en parte activa del conflicto mundial.

Soldados italianos y franceses en Santa Eulalia en 1916. Al fondo se aprecia la iglesia

Soldados italianos y franceses en Santa Eulalia en 1916.
Al fondo se aprecia la iglesia

Después que en las plazas y los periódicos del pueblo se había ido formando una corriente intervencionista, que no fue solo una «boutade» de intelectuales con pomposo ardor patriótico, hubo una verdadera y propia «conversión» a la guerra: minoritaria sí, pero en grado de desplazar las decisiones gubernativas nacionales del «neutralismo», establecido en 1914, al repentino cambio de las alianzas internacionales (de la «Triple Alianza» con Austria y Alemania, a la Triple Entente con Francia, Inglaterra y Rusia), hasta el llamamiento a las armas de una masa interminable de campesinos y obreros analfabetos que, en la mayor parte de los casos, no habían nunca empuñado un arma, antes de aquel momento.

En diez meses, sucede algo que se pareció a un referendum: ningún otro pueblo europeo fue interpelado como el italiano, de modo tan fuerte, para ir a la guerra.

Ecos de guerra…

En este horizonte opaco e incierto, también el pueblo de Santa Eulalia, junto a todos los pueblos limítrofes, vivió en constante aprehensión por lo que podría suceder; escribe el Pievano Archipreste de esa época don Sante Piva (en algunas páginas conservadas en el archivo parroquial): «Estamos en la boca del lobo, 30 km al norte, la barbarie austríaca (la frontera del Imperio Austro-Húngaro, en ese entonces, distaba solamente 30 km del pueblo de Santa Eulalia) y aquí la loca euforia de los belicistas a ultranza… ¡oh Señor, oh gloriosos Santos Eulalia y Bernardo, proteged nuestro pueblo de la segura derrota!»

Triduo pidiendo a San Bernardo Mártir la paz para Italia durante la 1ª Guerra Mundial

Triduo pidiendo a San Bernardo la paz para Italia durante la 1ª Guerra Mundial

Son, tal vez, estas palabras, cargadas de desilusión respecto al obrar de los hombres, pero llenas de confianza en el obrar del cielo, que hizo nacer en Don Sante el deseo de escribir un «triduo» en honor de San Bernardo de Poblet, como preparación al día de su fiesta que en la parroquia se celebraba el 21 de agosto.

Y el archivo conserva un pequeño cuaderno con las plegarias, oraciones y con la descripción de su vida y martirio.

El furor del conflicto…

Cáliz donado en honor a San Bernardo en 1919

Cáliz donado en honor a San Bernardo en 1919

Año 1916. Mientras, a lo largo del curso del río Piave, fracasaban los intentos de hacer brecha por parte de los austro-húngaros del general alemán Otto von Below que se dirigía hacia el Monte Grappa, a cuyo pie surge Santa Eulalia. El macizo representaba el cuño de todo el frente italiano: superar sus 1770 metros significaba propagarse por la llanura véneta, dejándose a las espaldas el «río maldito» (así los austro-húngaros llamaban al Piave).

Desde el 11 de junio de 1916, en el vecino Altiplano de Asiago, arreciaba, con alternantes vicisitudes, la violencia de los ejércitos que se dejaban a las espaldas, millares de muertos entre soldados y civiles y pueblos enteros arrasados por la furia de las bombas.

En Santa Eulalia, Don Sante Piva, preocupado por los posibles tristes sucesos también en la Pieve (título que define la Iglesia matriz), propone a toda la población la firma de dos votos, el primero a la Santa Patrona Eulalia de Mérida y el segundo, que tiene fecha 21 agosto 1916, a San Bernardo mártir. Son votos similares, aunque para San Bernardo se diga:

«A mayor gloria de Dios y en honor de Santa Eulalia virgen y mártir y de San Bernardo de Poblet mártir
– 21 de agosto de 1916 –

Nosotros, los que suscribimos, representantes de todas las familias de la Parroquia de Santa Eulalia, hacemos hoy, a gloria de Dios y en honor de San Bernardo el siguiente voto, que con la ayuda de Dios, prometemos de mantener y transmitir a nuestros descendientes: si durante la actual guerra italoaustríaca nuestra parroquia no será, por parte de las autoridades militares, obligada a evacuar y nosotros podremos quedar en nuestras casas sin que ningún daño suceda a nuestras habitaciones, a nuestra Iglesia, a la Canónica (la Casa Parroquial), a la Torre Campanario, al Cementerio, nosotros solemnemente prometemos

  1. Donar un cáliz en honor de San Bernardo de Poblet, mártir y celebrar cada año un Tríduo solemne en su honor
  2. Recordar tal gracia, si fuera obtenida, con una fiesta anual votiva, el día 21 de agosto»

A continuación, seguían las firmas de todos los jefes de familia.

Un año después…

24 de octubre de 1917, hora 2 de la madrugada, en Caporetto (actual Eslovenia, en esa época era parte de Italia) sucede la más grande derrota de la historia del ejército italiano, tanto que, no solo en idioma italiano, todavía hoy, el término Caporetto viene usado como sinónimo de desbarate desastroso.

El General Supremo del Ejército Italiano Armando Díaz, consciente del peligro, ordenó construir inmediatamente una línea defensiva en el Monte Grappa de manera de evitar la rotura total del frente. La tarea fue confiada a la Cuarta Armada guiada por el General Di Robilant que llega al macizo el 9 de noviembre. Cuatro días después se inició la batalla del Monte Grappa. Don Sante Piva anota: «¡Es el fin, es el imperio de las tinieblas! ¡Oh gloriosos patronos, acordaos de nosotros!»

El pueblo de Santa Eulalia, en pocos días, se transforma en un enorme campamento para soldados italianos y franceses, las casas fueron ocupadas por las tropas… pórticos y establos por mulas, caballos y automóviles; en el campo, tiendas y hospitales de campaña.

La orden, ya dada por la autoridad militar, para la evacuación del pueblo, fue, extrañamente anulada.

Algunas familias partieron prófugas hacia Ravenna y Pesaro, en carros que parecían caravanas de “cow-boys”, abandonando todas sus cosas. Para los que permanecieron, anota Don Sante, estaban esperándolos: «idiomas desconocidos, disolución de las costumbres, estallidos de bombas, siniestros destellos, terroríficos silbidos y estruendos desde la llanura hasta la montaña, cielo rojo como el fuego, gemidos de heridos, fosas para los muertos, nuevas e impensables actividades para mujeres y hombres al servicio del Cuerpo de Ingenieros Militares».

Durante las violentas batallas en el Monte Grappa, cayeron bombas enemigas en todos los pueblos limítrofes, sembrando muerte y destrucción. Ninguna se abatió sobre Santa Eulalia, que no sufrió ni siquiera ataques aéreos.

El voto había sido atendido, ¡los milagros existen verdaderamente!

Los milagros existen de verdad…

Procesión votiva poco después del final de la guerra

Procesión votiva en honor a los Santos Eulalia y Bernardo diez días después del final de la guerra

Anota el Pievano-Arcipreste en la Cronohistoria Parroquial, día 21 de Agosto 1919: «¡Ah! Sean dadas gracias al Señor y sea, también, alabado el Mártir San Bernardo, que, escuchando nuestras súplicas, nos ha querido preservar de la derrota, y además, nos ha protegido de las bombas y granadas enemigas».

Este año celebramos el bicentenario de la Dedicación de nuestra iglesia, y los 100 años de los dos votos que la comunidad hizo a los Santos Eulalia y Bernardo. Después de los años 60 se perdió un poco la memoria de estos votos y promesas. Sea ésta, entonces, la ocasión para renovar nuestra Fe en el Señor a través nuestros patronos y recordar que los Santos, cerca de Dios, pueden, de verdad, cumplir lo que parece imposible… porque para Dios todo es posible… ¡también los milagros!

Don Manuel Fabris
Pievano-Arcipreste de Santa Eulalia
Profesor de Historia en el Colegio Eclesiástico Opera Monte Grappa

2016

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